Hoy, 31 de diciembre, Diego me mandó un mensaje dándome otra mala noticia. Después de recibir mi irreproducible respuesta, me contestó: “este año no se termina…”

Cada fin de año se renuevan las frases de buenos deseos para el nuevo año que está por comenzar, con mensajes que encierran profundos anhelos, esperanzas y deseos de bienestar, prosperidad, riqueza, éxitos. Como si el 1 de enero ocurriera una especie de reseteo, de un nuevo inicio. Y la verdad es que no hay nada en la naturaleza, astronómicamente hablando, que indique que cuando la tierra termina de dar la vuelta al sol el 31 de diciembre ocurre semejante cosa. Solamente empieza otro día. Igual a los 365 anteriores del 2020 (fue bisiesto) y a los 364 próximos del 2021. Pero necesitamos darle esa justificación natural de un “final” y un nuevo “inicio”. Es solamente una convención, un rito, que, como todo rito, es necesario para poner cierto orden que nos ayude a soportar nuestra existencia. Esta fantasía de “reseteo” nos ayuda a sobrellevar la terrible verdad de la vida: un día se termina. Todos tratamos de olvidar, día a día, esta idea de finitud, de que nacemos para morir, porque realmente es angustiante. Por eso transformamos la realidad de una existencia en un tiempo “lineal” (que va del día del nacimiento al de nuestra muerte) en un tiempo “circular”, que se reinicia cada año nuevo. Son dos ideas en conflicto: en el “tiempo lineal” no hay retornos, vamos para adelante camino a nuestra muerte; pero en el tiempo “circular”, cada 1 de enero hay un retorno, una especie de nueva oportunidad. Hay una sensación de renovación. Esta idea del tiempo “circular”, materializada en el rito del Año Nuevo, trata de resolver los costados más angustiantes de la idea del tiempo “lineal” que nos conduce indefectiblemente a nuestra desaparición física de este mundo (más allá de las creencias personales acerca de lo que ocurre después de eso). Por eso, es como que cada 1 de enero nos despertamos distintos, “reseteados”.

Pero da la sensación de que este fin de año el rito no puede cumplir con su función. En 2020 quien se adueñó del devenir del tiempo es la pandemia, que ha ocupado todo. De hecho, permanentemente dividimos temporalmente las cosas que hemos hecho o que nos han pasado en “antes y después de la pandemia”. Es como que el año empezó en marzo, porque fue en ese momento cuando verdaderamente encontramos el momento del “antes y después”, del “fin y del inicio”: el “fin” de nuestra normalidad y el “inicio” de … esto … que no sabemos bien cómo llamar (¿“nueva normalidad”?). Y, del mismo modo, esta noche (la del  31 de diciembre) no parece que vaya a cambiar nada. Nos hubiera encantado despertarnos mañana en un “Año Nuevo” sin la pandemia, con los problemas que provocó resueltos. Pero sabemos que, a pesar de la llegada de la tan ansiada vacuna, están aumentando los casos. Y sabemos que con las reuniones de esta noche va a ser peor. Por eso, mañana (1 de enero) nos vamos a despertar igual de agotados, angustiados, y con los mismos problemas laborales, interpersonales y económicos sin resolver. Este fin de año, la idea del “tiempo lineal” la gana a la del “tiempo circular”. No vemos cerca ningún “reseteo”. Ningún “fin” de la pandemia ni “inicio” de una “nueva normalidad”. Diego tiene razón: parece que el 2020 no termina. Y eso es angustiante, porque nos hace sentir más cerca de nuestra muerte.

Pero podemos encontrar otras cosas que nos ayuden a transitar esta angustia. Creo que si hay algo que hemos descubierto en esta pandemia es la importancia de la cooperación. Y lo hemos descubierto porque nos hemos dado cuenta de cuánta gente coopera con nosotros, y que antes pasaba desapercibida. Personas que hacen cosas para que podamos seguir adelante, a veces para que podamos sobrevivir.

El capitán Charles Plumb, era piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam. Después de muchas misiones, su avión fue alcanzado por un misil. El capitán se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión norvietnamita. A su regreso a los EE.UU., daba conferencias relatando su odisea. Un día, un hombre lo paró en la calle y le preguntó: “¿No es usted el piloto Charles Plumb?”. “Sí!”, contestó el capitán sorprendido. “Discúlpeme que no lo reconozco. ¿Ud. Estuvo en alguna de mis conferencias?”. “No”, contestó el extraño. Y continuó: “Yo armaba su paracaídas. Parece que le funcionó bien.” Plumb casi se ahogó de sorpresa y con mucha gratitud atinó a responder: “Claro que funcionó, si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí.

Esa noche Plumb no pudo dormir. Pensó cuántas veces había visto en el portaviones a ese hombre y nunca lo había saludado. Al fin y al cabo, él  era un arrogante piloto y el otro un humilde marinero. Pensó también en las horas que ese marinero pasó en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de los paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía. A partir de ese día, Plumb comenzó todas sus conferencias preguntándole a su audiencia: “¿Quién armó hoy tu paracaídas?”.

Todos tenemos a alguien cuyo trabajo es importante para que nosotros podamos seguir adelante, porque todos necesitamos muchos paracaídas en el día: uno físico, uno emocional, uno mental, uno espiritual. Y muchas veces perdemos de vista a esas personas que nos salvan en el momento oportuno sin que se lo pidamos, e incluso sin que ellas lo sepan. Por supuesto: nosotros también armamos el paracaídas de alguien. Todos necesitamos de todos. Aquél que coopera recibe cooperación.

Por más angustiante que sea la idea, es real: el tiempo es lineal. Nadie puede volver atrás y empezar de nuevo, pero cualquiera puede comenzar a partir de ahora y hacer un nuevo final. ¿Que sólo se vive una vez? ¡Es mentira! Se vive todos los días. ¡Sólo se muere una vez! Lo cierto es que lo que cada año nuevo (o, lo que es lo mismo, cada día nuevo) nos depare dependerá fundamentalmente de nosotros mismos. No de un fenómero astronómico. Por eso te deseo la paciencia necesaria para que estés dispuesto a hacer cosas cuyos resultados no vayas a ver … como armar un paracaídas.

Por el camino recorrido, por los sueños compartidos, por todo lo que conseguimos y por todo lo que nos queda conseguir, con el agradecimiento por tu generosidad en este año que termina y el augurio de un porvenir dichoso, quiero hacerte llegar mi afecto personal en estas fiestas… y ¡gracias por armar mi paracaídas!

Alfredo E. Buzzi